Recuerdo hace tanto tiempo atrás, cuando creía en los cuentos de hadas, que tenía mucha ilusión por mi futura vida. Tiempos cuando solo era necesario un poco de imaginación y aquellos pequeños montículos de tierra se convertían en grandes e inalcanzables montañas donde podías vivir grandes aventuras y un pequeño charco en el patio trasero de una vieja casa se convertía en el lago del cual surgía un terrible monstruo de películas, había que rescatar a la “novia” y derrotarlo a la misma vez... cuando una simple caja de cartón podía darte interminables horas de diversión y entretenimiento.
Poco a poco mi gran ilusión fue disminuyendo mientras los años pasaban y la vida me enseñaba su dura realidad. Me enseñaba que no era aque caballero de capa y espada que podía salvar a cualquiera que necesitara su ayuda e incluso hay quienes no desean ser ayudados, que no hay un felices para siempre como en las viejas películas y no siempre los buenos ganan. Que el felices para siempre solo es una ilusión creada para los niños junto con santaclause, el ratón perez o el conejo de pascua.
Pero tal vez esta noche cuando vaya a dormir, desolado por la posible triste realidad del día, pueda volver a ser aquel caballero andante que salva a la damisela en apuros de un terrible dragón que la acecha en un castillo abandonado y poder tener un felices para siempre junto con santa, el ratón perez o el gran conejo de pascua que tantos huevos de chocolate me dió, al menos solo por una noche para luego poder regresar a la realidad y tratar de disfrutar cada momento de felicidad que me pueda dar.
